domingo, 28 de noviembre de 2010

Mucho frío y poco que ver en Kotka


Desde hace una semana el frío ha llegado a Helsinki con muchísimas ganas y sin intención de irse de momento. Para hoy dan máximas de -12,8ºC y mínimas de -20,8ºC, ¿sabéis lo que es eso? Vamos, que los grajos no es que vuelen bajos, si no que se arrastran por el suelo. Decían que sería el invierno más duro del último siglo y, teniendo en cuenta que todavía no es ni diciembre, parece que vayan a tener razón. Y yo aquí, con la calefacción a tope pero los deditos heladicos mientras escribo. Porque la casa está razonablemente calentita pero es que este frío no es normal aquí, en el sur del país.

Es curioso que aquí no abusan nada, ni de la calefacción en invierno, ni de los aires acondicionados en verano. Obviamente no hay de esto último en las casas pero si en grandes almacenes y algunos establecimientos. Conviven con temperaturas muy moderadas y eso hace que no pase como en Sevilla, que vas a un centro comercial a comprar cualquier trapito un día de estos que están cayendo 40ºC a la sombra y llegas a casa sin vestido, con la cabeza como un bombo y con un resfriado de la muerte.

Aquí no suele pasar eso. Dentro de las casas en invierno se está perfectamente, pero estar en mangas cortas es exagerado. Pero supongo que estas temperaturas pillan por sorpresa a cualquiera y la calefacción, que normalmente nos mantiene perfectamente caldeados, ahora no da a abasto. Normal.

El caso es que el viernes, con este frío que no sé cómo explicaros, cogí el camino y me fuí con una amiga, Meritxell, a hacer turismo a Kotka, un pueblo a unas dos horas de Helsinki. Me monté en el tren a las 7 de la mañana y no puse el pié en casa hasta las 11 de la noche. En el tren comentábamos la suerte que teníamos de haber escogido ese día para ir, con el solito fuera, después de haber pasado en Helsinki unos cuantos de días de perros.

Resultó ser uno de los días en los que más frío he pasado desde que vivo aquí, teniendo también en cuenta que lo pasé entero fuera de casa en lugar de haberme quedado en el sofá, tapada con mi mantita. Quiero decir, ha hecho días de muchísimo frío en los que he preferido mirar la nieve desde la ventana.

Porque mira que me acordé veces de eso que piensas de los turistas cuando los ves por Sevilla a mediodía en pleno agosto, coloraos y sudando como cochinos: "pero chiquillo, ¿qué haces a estas horas dando vueltas por aquí?, ¡te va dar algo!" Y allí me veía yo, a -15ºC, con la cámara guardada en la funda, incapaz de hacer fotos por miedo a que comenzase mi congelación por los dedos de las manos y dando vueltas por un lugar que parecía no querer que estuviésemos allí.

Como buenas turistas, nada más llegar nos plantamos en la oficina de información de Kotka ¡a las 9 y pico de la mañana!. Ahí ya nos pusieron cara de "a ver qué hacéis aquí con lo bien que se está en la cama a esta hora y con este frío". Lo cierto es que la mujer fue muy amable con nosotros, teniendo en cuenta que nos tiró por tierra todos los planes que teníamos para hacer allí.

Lo primero fue decirnos que Kotka, en invierno, mejor que no. Casi todo está cerrado excepto el Museo Marítimo de Finlandia, del que solo el edificio ya merece la pena ver, y el Maretarium, que es como un Aquarium, pero sin el como. La mujer intentó convencernos de que valía la pena porque todos los peces y animales de allí son típicos en Finlandia. Pero no llegaron a quedarme del todo claros los motivos de su insistencia, ¿no hay nada más nada que ver allí o pretendía que no nos diese una hipotermia dando paseos parriba y pabajo?

Teníamos entendido que durante esa semana se celebraban conciertos de órgano en la Iglesia de Kotka. Nuestra sorpresa fue que, precisamente ese día, un viernes, hacían descanso. Los mercadillos navideños comenzaban al día siguiente y esa misma noche sobre las 21.00, hora a la que estaríamos montadas en el tren de vuelta, inauguraban con un concierto los eventos que se vendrán sucediendo durante la Navidad. Además, a pesar de que el día estaba despejado, la torre Haukkavuori, que al estar situada en una colina debe ofrecer unas vistas estupendas de la ciudad, estaba cerrada hasta el próximo verano. Definitivamente, elegimos un mal día.

Pero allí estábamos y algo teníamos que hacer. Así que fuímos a la Iglesia y pudimos oír algunos ensayos de los conciertos de los próximos días. Después fuímos hasta la torre que, efectivamente, estaba cerrada. Y finalmente, tras pasear y parar unas quinientas veces en cafeterías para entrar en calor, fuimos hasta el Museo Marítimo, situado tras las vías del tren, a orillas del puerto. Ese fue el único momento en el que me atreví a hacer alguna foto, más por vergüenza de no tener ninguna que mostrar aquí que por ganas de pasar frío, la verdad...






Una vez dentro, aprovechando que podíamos andar sin doble capa de guantes, chaquetón, gorro, bufanda y demás complementos que dificultan la labor de un fotógrafo, me decidí a sacar alguna que otra foto más, aunque tampoco esperéis gran cosa: ver ese museo en algo más de una hora ya era suficiente.






A pesar de lo que pueda parecer, pasé un día genial, sobre todo por la compañía. Meritxell hizo que aquella experiencia fuese divertida. Además, vivir un día de invierno tan intenso lejos de casa y experimentar cómo reacciona tu cuerpo ante tan bajas temperaturas, a pesar de estar tapada hasta los ojos, es algo curioso y, en ocasiones, hasta doloroso. Por otra parte, el pueblo es bonito y los sitios que nos quedaron por ver tienen pinta de ser interesantes, aunque tendré que volver cuando haga mejor tiempo y pueda hacer el resto de fotografías que me quedaron en el tintero.




martes, 23 de noviembre de 2010

A las tres y media en Succès

Idoia es aquella chica de Barcelona con la que he estado yendo los últimos meses al gimnasio a 'paolear'. Pero sobre todo es la chica con la que he compartido interminables horas de café acompañadas de sustanciosas conversaciones, de ésas que en poco tiempo consiguen conectarte de una manera especial a otra persona.

Este viernes ya regresa. Su impaciente realidad pronto pondrá fin a esta aventura que inició hace cuatro meses.

Y es raro, porque la echaré de menos. No sé si vivir alejada de todo lo que te hila emocionalmente te vuelve más propenso a encariñarte con la gente o, simplemente, Idoia merece la pena como persona.

La respuesta es clara, Idoia merece la pena como persona. Y, además, como amiga.

Una de las cosas a las que ella ha dedicado el tiempo aquí es a hacer un curso de joyería. El sábado nos invitó a su casa para despedirse de la 'comunidad latina' que ha estado acompañándola todo este tiempo y aprovechó la oportunidad para hacernos un regalo a cada uno. Y allí estaba yo. Y allí estaba también mi regalo:



Si sorpresa fue recibir estos pendientes y ver que es toda una artista, más lo fue leer la nota que venía adjunta. De puño y letra, resumía fiel y sutilmente en cada palabra cada sorbo de café y cada pequeña confesión, risa, secreto e intento de cambiar el mundo que hemos venido compartiendo desde aquel primer y casual encuentro en Eira. De repente me sorprendí emocionada. Y, fiel a eso de no exteriorizar demasiado mis emociones, miré hacia otro lado, tragué saliva y me volví para darle dos apretados besos. Eso es todo lo que supe hacer.

Y mira que me costó trabajo memorizar su nombre...

La nieve se ha adelantado este año por lo menos un mes. Precisamente ayer por la tarde, le comentaba que había sido para que ella también pudiese disfrutar, antes de partir a tierras más cálidas, de la hermosa estampa navideña en la que se convierte Helsinki, raramente antes de diciembre. Y estoy segura de que ésa ha sido la razón de la llegada de tan precipitado invierno.

Y como todo en esta vida sucede por algo, acabo de descubrir porqué el siguiente vídeo se mantuvo guardado todo este tiempo. Recuerdo que lo empecé a editar el año pasado, en el avión camino de Levi. Y ahora, terminado, me sirve para dedicártelo a ti. Suerte, suerte de veras con todo.





¿enero, Barcelona?

Un beso,

Marta.





domingo, 21 de noviembre de 2010

Tendré que ir a Rovaniemi a ver a Joulupukki

Helsinki ha dado hoy la bienvenida oficial a la Navidad con la inauguración del alumbrado navideño de la calle Aleksanterinkatu. Hay que ser un desastre para que el mismísimo Santa Claus venga a visitar la ciudad donde vivo y yo no me presente, ¡solo espero que no haya pasado lista! Aunque he de admitir que siempre fuí más de los Reyes Magos... En cualquier caso, he empezado a hacer gestiones para compensar este infortunio y viajar a Rovaniemi para presentar mis más sinceras discupas, en persona, a tan ilustre personaje. Quién sabe, igual el año que viene tengo una sorpresita el día 24 de diciembre bajo mi árbol de Navidad. Vaya, no pongo árbol de Navidad...

El año pasado no falté a la cita. Hizo un día de perros pero mereció la pena por ver la cara de todos esos niños - y los que no lo eran tanto - embobados al ver tan de cerca a este abuelete con cara de bonachón que cada año reparte tanta ilusión allá por donde pisa. No sé porqué el año pasado no subí ninguna foto, recuerdo no estar demasiado contenta con el resultado. Pero hoy, mirándolas, me han venido bonitos recuerdos que quería compartir. Me consuelo sabiendo que se habrá visto algo parecido a esto:












domingo, 14 de noviembre de 2010

Drink & food party


Aquel día me apunté al gimnasio.

Después de mi primera clase de Spinning me acerqué a la profesora y le pregunté algunas dudas sobre cómo ajustar la bicicleta a mi medida.

¿Hablas español? Sí. Yo también. ¡Ah, chévere! Pues entonces, ¡hablemos en español!

A partir de ese día, pocas son las veces que falto a sus clases. Ha conseguido que descubra músculos allí donde nunca pensé que tuviese y me llama la atención por mi muro de facebook si algún día no me ve entre sus alumnos. Se llama Paola, es peruana y siempre tiene una sonrisa que regalar.


¡Hey, Marta!, ¿qué tal?, ¿cómo te sentiste después de la clase de la semana pasada?. Y qué quieres qué te diga, conseguiste sacarme de nuevo agujetas. Jajaja. Mira, te presento a Idoia, es de Barcelona, pasará aquí unos meses.


No fueron ni un café, ni dos. Se convirtió en costumbre quedar con Idoia para contarnos las batallitas de nuestro día a día finlandés antes de vernos cada martes "paoleando" en el gimnasio.

El sábado hay una exposición en Cable Factory de Jessica Guisquet, una amiga francesa que es pintora, ¿te gustaría venir?, la entrada es libre y ¡habrá bebida gratis!, hija, soy catalana, ¡entiéndelo! - risas - ¡Claro, allí estaré!


Después resultó que el guardarropa costaba dos euros y medio por barba y que la única bebida era sidra. Pero la tarde estuvo repleta de presentaciones, obras de arte, unas con mayor acierto que otras, y alguna anécdota curiosa que en un futuro me veré contando.

Y ayer, Jéssica y Charlie, su novio finlandés, vecinos nuestros por cierto, organizaron una fiesta en su casa, y allí nos juntamos todos y algunos más. Hubo tortilla de patatas, pan tumaca, glögi, Oloroso de Jerez, quiche, ponche de vodka con arándanos, bayas y demás frutas del bosque, sushi, korvapuusti caseros y tarta de piña. Hubo un momento en que nos sorprendimos hablando español entre sueco, catalán, inglés y francés. Curioso no escuchar una palabra de finlandés y curiosa también la macedonia de nacionalidades que se dieron en apenas diez metros cuadrados: tres españoles, un méxicano y otro medio japonés, una de Bután, otra peruana, francesa y finlandés.

Buena compañía y momentos muy agradables y relajados. Y risas, muchas risas.




No sé si al final fue considerado el motivo oficial o, simplemente, fue una excusa para reunirnos. Lo cierto es que Idoia se va a finales de mes. Lo que si sé es que últimamente me sobran razones para volver algún día a Barcelona. Y eso sí que me alegra.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Pentti Sammallahti (post in English)

- Para ver la entrada en español, pincha aquí -


Going to a museum in a hurry is not a good idea. And if it is a photography museum and the main exhibition is dedicated to Pentti Sammallahti then it is even worst. I´m sure that I´ll be back before February 27th, when it´s closing. Then, I´ll go with more time to enjoy each great picture with more calm, like this excelent photographer deserves.


I am not sure if his name is known out of Finland because he is a humble man and he likes to be out of every kind of public events. But this means nothing compared to the fact that Henri Cartier-Bresson considered one of Pentti's pictures in the top 100 ever. This is quite an impressive honour.


He is a social and landscape photographer. He usually takes white and black photographies with awesome results. A surprising characteristic of his work is the ability of capturing very unique situations.
Genius like him make photography be an amazing thing. Thanks to them I am happier everyday of being a photographer.


If you want to enjoy his work, you can visit the exhibition organised by the Finnish Museum of Photography of Helsinki.

Pentti Sammallahti (entrada en español)

- Click here for the English version -


A un museo no se puede ir con prisas. Y mucho menos si es de fotografía y la exposición principal está dedicada a Pentti Sammallahti. Volveré antes de que la desmonten, allá por febrero. Esta vez me permitiré ir con más tiempo, con todo el necesario para poder embelesarme con cada sutil y acertado disparo de este artista finlandés con mayúsculas.

Igual su nombre no dice nada fuera de su país. Siempre ha sido una persona discreta y alejada de grandes eventos y excentricidades. Pero tengo una pequeña historia que vale más que contar su vida: Henri Cartier-Bresson usó las que consideró las 100 mejores imágenes nunca tomadas para la inauguración de la exposición de su Fundación en Paris en el año 2004. Una de esas joyas fue captada por Pentti Sammallahti. Un sueño para cualquiera, un acertado reconocimiento para él.

Tanto en su fotografía social como en sus paisajes, que suele mostrar en formato panorámico, domina el blanco y negro con una perfección casi insultante, con una elegancia abrumadora. Sorprende cómo siempre capta momentos imposibles, inesperados, fugaces, jugando a buscar, con las formas y las líneas de lo retratado, el encuadre idóneo, el único posible. Hay que coger aliento para ver cada una de las tantísimas instantáneas suyas expuestas, ahora, en el Museo Nacional de Fotografía de Finlandia en Helsinki.

Seguir encontrando genios como éstos hacen que la magia de la fotografía siempre permanezca intacta. Ahora solo me queda colgarme la cámara y encontrar la forma de poder definirme también a mí misma.